sábado, 21 de enero de 2017

- ¡Abuela, cuéntame un cuento! -




- Abuela, cuéntame un cuento - Le dijo Amanda, ya en su cama, tapada hasta la nariz.

La abuela, dejó escapar una sonrisa y asintió con la mirada.

Se notaba, que casi cada noche le contaba a su nieta una historia, una historia de las que se recuerdan.


- Hace mucho tiempo, una tarde de verano poco cálida, con un aire transformado en viento nos sorprendió a todos. Yo había ido al mercado, cuando el viento arrancó de mi cabeza el sombrero que llevaba. 
El sombrero bailaba entre el viento, bajaba y subía, mientras yo corría, y saltaba tras él. 
No se cuanto rato estuve tras el sombrero, hasta que, el viento sin explicación, bajó su intensidad, dejándolo caer.



Es entonces cuando conocí a tu abuelo, el sombrero habia caído justo a sus pies, se agachó, lo cogió, me miró, y me lo dio.

Durante todo el verano fuimos varias veces al teatro, a pasear, al río, a comer, a la pradera, y muchos sitios más.

Hasta que una tarde, picó la puerta de mi casa, al bajar y verle la mirada sabía que algo malo pasaba, fuimos cerca de la pradera, me cogió las manos y me dijo...


- Soy militar, estoy alistado en el ejercito, me han llamado, necesitan a todos los militares, estamos en guerra - 
Me dijo con ojos ahogados en agua salada.
Nuestras lágrimas se mezclaron

- Por la noche al alzar la vista, por muy lejos que estemos, siempre miraremos la misma Luna. Nos sentiremos más cerca. - Me dijo el intentando disimular su tristeza.

Durante los primeros meses fuimos intercambiando cartas.

Pero de repente deje de recibir cartas de él, yo le escribía pero nunca me respondía.

Yo seguía esperando

Yo seguía mirando la Luna

Fueron pasando los dias, las semanas, los meses, y los años.

Después de 3 años me encontré a su madre en el mercado, dudé si preguntar, pero necesitaba saber que había pasado.

- Hola señora Clara, su hijo partió a la guerra, nos enviamos cartas hasta que él no me respondió. ¿ Qué le ha pasado ? ¿ Esta bien ? - Le hablé mostrándole respeto.


- Pobre mi hijo, volvió de la guerra hace tiempo, pero volvió vacío por dentro. 
Perdió la memoria a causa de una explosión y por un fuerte golpe en la cabeza. 
Se encuentra en casa, encerrado, no habla, no come, no escucha, tan solo mira la Luna - Me explicó con tristeza.

Cuando dijo lo de la Luna mi corazón empezó a latir muy fuerte.

- El estaba enamorado de ti, ve a verle a ver si recupera su memoria - Me suplicó la madre.

Fui a verle, vi a un hombre cansado, con ojeras, con marcas de guerra y descuidado.  No parecía conocerme, casi ni yo le reconocía.

La madre me pidió que me quedase a cenar.

Ya por la noche, el padre recordó que hoy habia un eclipse lunar. Fuimos al patio a verla.


- Luna, Luna, Luna, TERESA - El hombre del cual me había enamorado se habia acordado de mi nombre. 
Todos le mirabamos, el nos miraba.

- Has vuelto - Me dijo mirandome fijamente. 
- Nunca me he ido - Le dije yo emocionada. 



La abuela estaba sentada en los pies de la cama, tenía los ojos llorosos, su nieta le sonreía desde la cama.

- ¡Abuelo! - Exclamó la niña

La Abuela se giró y vio a su marido, el se acercó y le acarició el rostro, como tantas veces hacía.

- Venga pequeña, es hora de dormir - Le dijo el abuelo dándole un beso.

Los abuelos van hacía la puerta para salir de la habitación, sin antes encender la pequeña lámpara contra las pesadillas.

- Abuela, no, mejor apaga la lámpara - Le dijo la niña orgullosa.

Los dos abuelos se miran sorprendidos.

- ¿ Estas segura ? - Le pregunta la abuela a su nieta.

- Estoy segura, esta noche quiero que me ilumine la luz de la luna - Le respondió la niña con una dulce sonrisa.

Los abuelos sonríen y salen de la habitación. 



Esta es una historia más, que demuestra que la Luna es una fuente de inspiración, que demuestra que es protagonista de historias muy diferentes.

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